A la hora de hacer su vino, Imanol Arias eligió como variedad central a la Monastrell. El reconocido actor español suele decir que esta variedad tinta “es una uva viajera y pobre. Como mi madre, que salió pobre de Murcia, y cuando volvió años más tarde conmigo, la gente del pueblo se preguntaba “¿quién es esa la que va con Imanol?” A la Monastrell le pasó igual: volvió a Murcia de la mano de Parker y de Rolland, y recién ahora es reconocida en su tierra”.
La Monastrell, acompañada de un toque de Syrah y de Cabernet Sauvignon, da carácter a Bruto, vino tinto elaborado por Imanol bajo la denominación de origen protegida (DOP) Jumilla, en España. Su proyecto personal en el mundo del vino lo hace junto a la prestigiosa bodega Viñas Familia Gil (la produtora de El Nido).
En cuestión de semanas, Bruto llegará a la Argentina. De la cosecha 2021 de este vino podemos decir que es un buen exponente de la Monastrell. Y, también, de la DOP Jumilla (tan difícil de conseguir en el país, como sucede con la enorme mayoría de los vinos del mundo, y de España en particular).
Color rojo intenso, en nariz es expresivo, con aromas de fruta roja madura y muy en segundo plano algunas notas de crianza como el chocolate. En boca presenta volumen medio, taninos finos y buena expresión de fruta. Se lo nota joven, aun centrado en las notas primarias, con mucha evolución por delante. Su graduación alcohólica es de 15%.
Un aspecto a destacar de Bruto es el arte de su etiqueta. Desarrollada por el artista plástico y escenógrafo español Ángel Haro, la imagen que se encuentra en su parte delantera es elaborada a partir de un molde, sobre el que se trabaja artesanalmente con tintas y papel secante. Para cada nueva cosecha, Haro realizar una nueva obra a partir del mismo molde, lo que aporta un atractivo adicional a quien tenga la suerte de disfrutar de una vertical de Bruto.
Su precio rondará los 50 dólares
En un entrevista que publiqué días atrás en diario La Nación, Imanol Arias cuenta cómo se introdujo en el mundo del vino:
–¿Cómo pasaste de beber a hacer vino?
–En 2002, época en que yo tengo un éxito en televisión tremendo, cuando arranca Cuéntame cómo paso, me contratan para hacer eventos de puros cubanos. Yo tengo una relación con Cuba, porque mi primera película la hice allí, y guardo muchos recuerdos. En las fábricas de puros de Cuba había siempre un lector o una lectora: mientras torcían las hojas de tabaco, alguien leía una novela o el diario. En los días que no había rodaje, yo iba a la fábrica de Partagás y leía. Años más tarde, cuando España compra todas las fábricas de puros cubanos, se empiezan a hacer eventos en Madrid, Bilbao, Barcelona, París, Roma… Y en el primer evento que me contratan, mi asistente ve que en el otro extremo de la mesa que me toca está el nombre de un gran bodeguero: José Moro, de las bodegas Emilio Moro. Entonces cambia los carteles con los nombres y me coloca a su lado.
Durante la comida, en un momento determinado le digo “me encanta el vino”. Y él me dice “¿Te gustaría tener algo que ver con el vino?”. Le dije “sí, me encantaría”. Pausa muy larga. “Oye chaval, ¿tu cómo quieres estar en el vino? ¿Así? [Imanol golpea la mesa en gesto de poner dinero] ¿O así? [se da una cachetada]”. Yo le dije “Estoy ganando dinero, quiero estar así [golpea la mesa]”.
José Moro creó entonces Cepa 21, una bodega ultramoderna que tuvo mucho éxito. Y en Cepa 21 estábamos Ronaldo, Figo y yo como agentes externos. Y durante muchos meses hice muchísima publicidad para esa bodega. ¡Salía hasta en la revista HOLA! A partir de ahí era propietario y accionista de una gran bodega. Pero luego, por mis problemas fiscales, me tuve que deshacer de ella.
–¿Y cómo llegás a Bruto, tu propio vino?
–Ahí es cuando yo hago un programa que se llamaba Un país para comérselo. En uno de los episodios en que viajamos a Murcia, para hacer un homenaje a Paco Rabal, me bajo una botella de la bodega Gil en 4 minutos hablando de Paco Rabal en cámara. Al tiempo y por medio de un amigo publicista me llega un mensaje de que los Gil me querían conocer. Y la oferta fue muy sencilla: “Nos gustaría hacer un vino con usted”. Yo me quedé acojonado. Me encantaban los vinos de Gil y yo pensé que iba a ser lo mismo que con Moro, de hacer muchas portadas y publicidad para la bodega. “No –me dijo Gil–. Vamos a empezar desde la finca de la que salen unas 2000 botellas que hoy no se utilizan para El Nido”, que es su gran vino reconocido internacionalmente. Y así surgió esta joya que me regalaron. Ahora es cuando empiezo a valorar el tener algo de lo que no depende mi vida económicamente, pero que de lo que empieza a depender mi vida anímicamente. Hay algo de necesidad, de seguir ampliando el conocimiento, y también de agradecimiento…
A mí el vino me ha regalado todo. Hasta la pequeña pérdida económica que tuve con el proyecto anterior me dio la sensación de estar entre barricas, de conocer los trabajos del campo.