El enorme asteroide que hace 66 millones de años impactó contra la Tierra no solo causó la extinción de los dinosaurios. Investigadores del Fiel Museum de Chicago acaban de publicar un estudio en la revista Nature Plants que sostiene que la desaparición de estos gigantes reptiles habría sido el evento clave que permitió que las plantas antececesoras de las vides se desarrollen y dispersen sobre la faz de la Tierra.
En síntesis, ¡brindemos por los dinosaurios que al irse nos dieron el vino!
“Siempre pensamos en los animales, los dinosaurios, porque fueron los más afectados”, explicó Fabiany Herrera, autor del estudio, al referirse al efecto del impacto del asteroide. “Pero la extinción tuvo un gran impacto también en las plantas. El bosque se reinició, y de una manera que cambió por completo la naturaleza de las plantas“, agregó.
Fabiany y su colega del Field Museum Mónica Carvalho descubrieron semillas de uva fósiles, de entre 60 y 19 millones de años en Colombia, Panamá y Perú. Lo sorprendente es que una de estas semillas es la más antigua de su tipo en el hemisferio occidental, y es la pieza clave para entender cómo se extendió la familia de las uvas tras la desaparición de los dinosarios.
Los investigadores sostienen que la extinción de los dinosaurios y la casi total eliminación de los bosques tropicales en las Américas (más del 75% de las especies vegetales desaparecieron tras el impacto del asteroide) fue un evento que permitió el surgimiento de nuevo bosques tropicales, en los que las vides se desarrollaron a sus anchas, como muestran las uvas fósiles descubiertas.
“En el registro fósil, justo en esta época, empezamos a ver más plantas que usan enredaderas para trepar a los árboles, como las uvas”, comentó Fabiany. Esto habría sido posible porque al no estar presentes los dinosaurios para pisotear las plantas, pisotear los árboles y destruir la vida vegetal del bosque, las vides pudieron propagarse.
La uva fósil más antigua del hemisferio occidental fue descubierta por Fabiany y Carvalho en los Andes colombianos, donde permaneció preservada en una roca durante 60 millones de años. El equipo la bautizó Lithouva susmanii -“uva de piedra de Susman”-, en honor a Arthur T. Susman, estudioso de la paleobotánica. El hallazgo la convierte en el primer fósil de uva de América del Sur y uno de los más antiguos del mundo.