En pleno Palermo Viejo, fuera del lío de tránsito y la sobreoferta gastronómica de los otros Palermos, abrió hace unas semanas Puraltura (Gorriti 3856), un pequeño restaurante cuya propuesta parte de una cuidada y federal carta de vinos, a partir de la cual construye una experiencia gastronómica muy atractiva. En especial para los wine lovers.
El salón tiene espacio para 22 comensales y el frente evita la exposición innecesaria a la calle y brinda intimidad. Adentro el ritmo es tranquilo, con especial paciencia y tiempo puesto por el sommelier a cargo del salón, en función de contar la propuesta, la carta y todo lo que el comensal quiere saber acerca del vino argentino. Pues, de nuevo, este es el eje de Puraltura.

Con más de 80 etiquetas de todas las regiones productivas del país, la carta curada por Alejandro Mesa Rubio, sommelier y socio del proyecto, incluye tanto clásicos modernos (un Luca Chardonnay, un Petite Fleur de Monteviejo, por ejemplo), como etiquetas menos conocidas (un salteño Valle del Cóndor o un mendocino Sarapura, por caso). Detrás del armado de la carta se nota una especial atención puesta en la relación precio-calidad.
Hay, además, una completa propuesta de vinos por copa, que incluye un blanco, un rosado, un tinto, un espumante y un vino dulce, que van rotando.

La carta, por su parte, ofrece una acotada pero inclusiva propuesta de entradas, principales y postres, que como es de esperar se llevan muy bien con los vinos. Entre las entradas se destacan el tartar de bife con mostaza antigua, alcaparra, echalotte, apio, oliva y emulsión de albahaca, y la tabla de quesos gourmet, con kuri, morbier, semiduro 3 leches y manchego o florido, según la estación.
En cuanto a los principales, buenas opciones son la pesca del día con kale, pomelo, remolacha y vinagreta, bife de chorizo con papines y chimichurri, gnocchi caseros con pesto (parmesano, albahaca, oliva y nuez), y los tagliatelle con langostinos, manteca, peperoncino y ralladura de limón. En la sección de los postres se puede elegir entre crème brûlée con fruta de estación, cremoso de chocolate con garrapiñada picante y sal en escamas, o la clásica pera al vino con reducción de aceto y almendras.
Hay opciones vegetarianas igualmente interesantes.